De manera convencional se asume que la volatilidad electoral mide el grado en que los regímenes políticos competitivos desarrollan patrones estables de competencia intrapartidaria, y que, por lo tanto, una alta volatilidad electoral es un problema para el régimen democrático que la experimenta. Asimismo, durante los últimos años, una cantidad considerable de experiencia empírica muestra altos niveles de volatilidad electoral sobre todo en aquellos países definidos como «nuevas democracias». Entonces, a partir de estas definiciones y constataciones suelen establecerse una serie de conclusiones, la mayor de las veces muy negativas, sobre los regímenes democráticos de los países con altos niveles de volatilidad electoral. Este trabajo ofrece una discusión sobre los posibles sesgos que se generan al medir la volatilidad electoral cuando el sistema de partidos se encuentra escasamente institucionalizado. A partir de una serie de cálculos y ejemplos, tanto en el ámbito nacional como en el subnacional peruano buscamos llamar la atención sobre la urgente necesidad de revisar la manera cómo se han venido midiendo los niveles de volatilidad electoral en países donde con mucha frecuencia varios de los partidos políticos que están presentes en una elección dejan de estarlo en la siguiente